jueves, 27 de octubre de 2011

Carta para mi y mis semejantes.


-                          
               - Quiero hacerte el amor
-                 - ¿pero cómo vas a hacerme el amor si no me amas?

     Una pausa en un momento que no merece pausas, la cumbre de la pausa, el punto de quiebre, el centro dramático. Hay silencio de muerto en un segundo porque no se dice ese tipo de cosas mientras se fluye, no se dice nada en general si se fluye.  Después de dejarte sigo pensando en el sentido de ese breve diálogo desesperado y creo que es correcto procurar dejarlo claro; (al menos desde mi perspectiva) se puede hacer el amor con alguien que no se ama en el sentido formal del amor -el amor romántico de la pareja perfecta- sin los pretextos y pretensiones de un par que ha logrado un cierto equilibrio temporal en el cual dice comprenderse, compartir la vibración, el aura, el espíritu,  esa breve  idea del amor eterno.  Una feliz pareja  occidental, no.  

     Pienso y siento otra cosa, del amor y de la vida...
     
      Por ejemplo:  Se puede hacer el amor con alguien que se ha conocido apenas hace unas horas… hacer el amor es una manera de amarse que no tiene que ver con conocerse y apegarse, en ese sentido tener sexo es una expresión burda que no alcanza a describir la belleza del acto amoroso, no se trata de lo mismo. Tener sexo es algo que se puede hacer en soledad y con la brevedad del colibrí que ha libado esta flor y va por la siguiente. Las hormonas, el código genético, ¿te has fijado que además de mi cuerpo hay un espíritu, un loco, una voz? Detente en ellos también. Hacer el amor es un compromiso ético y estético con el cuerpo y el placer,  la belleza, con el éxtasis, la vida y la muerte, no puede pasar por el simple hecho de la penetración o la eyaculación, implica un diálogo profundo de los sentidos puestos en su máximo nivel de atención, toda la energía explosivamente dedicada a la sutileza y una progresión de pulsos que solo pueden darse bajo el principio de la reciprocidad, la armonía y ¡la paz!,  hacer el amor puede ser un encuentro mágico entre desconocidos, así como se puede tener sexo con alguien que se conoce desde hace ya muchos años, se puede tener sexo con alguien que se ama aunque este sea ciertamente un acto despreciable, un desperdicio, un síntoma.

Hacer el amor no es estrictamente un acto sexual o no tiene implicaciones sexuales, pero si tiene sensualidad, se puede hacer el amor con una conversación dulce o en contextos decididamente románticos, se puede hacer el amor secretamente en conjuros silenciosos y a la distancia, así como se puede amar lo imposible. Tener sexo sin embargo tiene un carácter soso y deprimente, es una búsqueda característica de las gentes de peor gusto, gentes burdas sin el menor sentido de la sutileza y la dignidad de los cuerpos. Se puede hacer el amor al agua, al fuego, al cielo, fuerzas que en principio no guardan ningún nivel de confianza y respeto hacia el amante y con las cuales el sexo es una absoluta utopía. Existen testimonios en la historia, recuerda a Walt Whitman, a Jim Morrison o a Buda. No puedo decir que soy ellos, pero siento que ardemos en la misma hoguera, la hoguera que desprecias por el miedo que han sembrado en tu vida y que además orienta gran parte de tus actos, el miedo que te mantiene en conflicto con todas tus decisiones, el miedo que te ha negado la posibilidad de hacer el amor con el cosmos atándote al mundo de la razón instrumental y al cual le has dado el poder.

No temas, en muchos sentidos estás en “lo correcto” aunque eso, no signifique necesariamente que serás feliz o que alguien a tu alrededor lo sea. Pero si, finalmente debe quedar claro que cuando digo “quiero hacerte el amor” te propongo que me hagas el tuyo, que nos pongamos de acuerdo en sentir la vida, todo nuestro poder y nuestra fragilidad, que disfrutemos la oportunidad, el regalo del presente, de tus aromas y los míos, de nuestra perfección y nuestras repulsiones, lo demás son costumbres de libre adherencia, a las cuales me rehuso.


Imagen: Untitled by Joep Hommerson, @ http://beinart.org/artists/joep-hommerson/gallery/paintings/#



Editorial Fantasma: Memorial de un canto en primavera.


Quedó atras el campo. Narrar la historia sobre un viaje siempre es como describir una lágrima, se anuncia y se evoca pero nuca se prueba la sal, nunca el brillo y el alma. Entonces uno siempre está perdido en el limbo que a veces puede leerse como el paraiso, sin llegar a un suspiro de la inmensidad de cada segundo.

Orfeo viajó al inframundo para traer de regreso a su amada, la música fue su fuerza, el silencio su trampa y la sombra su derrota, que canciones tristes debió cantar para conmover la tradición de lo insondable, ¿qué habría hecho Orfeo si en lugar del inframundo su bienamada Eurídice hubiese caido en el eterno resplandor? cómo caminar desde la tierra al paraiso, cómo conmover a la absoluta sobervia de los cielos, qué música podría vencer la poderosa ambientación del supremo misterio? cantaría Let it Be?

Las naditaciones son invitaciones a perderse de la desesperanza que recorre las ciudades y los campos, la angustia de los claustrofóbicos y las agorafóbicas, la gentileza del hermetismo y el absurdo modelaje cotidiano, vale la pena escurrirse del tiempo y la razón, vivir en la vacuidad de un momento que va a ninguna parte, nadite y seremos dos, una fuerza considerable si se tiene en cuenta que tres son multitud.

Entonces yo vengo del paraiso donde antes de salir, justo a un segundo de comenzar la inevitable caída, la mujer exclamó mi nombre y el expulsado he sido yo y la música ha caido conmigo. Orfeo se rie de mi. La musa me mira inocentemente y me espera, entonces tendré que vivir en la luz cuando he presentido tender a la sombra, temo por nosotros, por mí. ¿A dónde iré? Anhelo...

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