lunes, 28 de septiembre de 2009

Carta a la Señora N


Señora N,

El viento de afuera hace que me sienta seguro estando aquí, mi cuerpo tiene frío pero lo pienso como una situación que caprichosamente puedo dejar. Sin embargo hay otros asuntos que me habitan como un viento de los últimos del verano, son flujos ininterrumpidos que limitan con la quietud. Me hace falta decirle muchas cosas que tal vez nunca sepa, que probablemente no le importen y que no cambiarán nada. Pero me hace falta decirle y voy a empezar.

De vez en cuando llega usted a mí como un dolor de nuca, como un grito en medio de un salón desolado. Pero la quiero. -Y- la quiero.

Quiero que sepa que como yo entiendo las cosas, lo único malo que hice con usted o en su contra, fue encontrarla una noche triste
y ver en su tristeza y la mía un par de gatos
y en la calle un techo
y en el techo la luna
y en el licor la noche
y en la noche su sonrisa
y en su sonrisa abrigo
y en la nada este recuerdo.

La quise, y la quiero. Esa es una evidencia torpe de su existencia y es también un recuerdo de mi existencia torpe, de esos momentos torpes que siempre son tristes.

No le hice daño. Nunca supe, nunca quise.

No le hice bien.

Pero la recuerdo en las comisuras de algunos días, en las curvas del tiempo, en las inflexiones del sol y las nubes -que la dibujan a veces-, la tengo fresca a usted y su miedo, a sus labios de secretos frágiles, al cielo púrpura que la cubre mientras despeina mi cabeza en uno de mis recuerdos inéditos, que espero me acompañe como Eurídise a Orfeo antes de llegar a la puerta, cuando haya que cambiar de infierno.

La recuerdo y la siento como un sueño del que me despertaron abruptamente, sin mi consentimiento y sin ninguna posibilidad efectiva de volver y tomarle la mano para imaginar cualquier cosa bonita en un lugar podrido, rodeados de cuanta barbaridad respira la gente y con las tristezas reptando para alcanzarnos, y que nada importe.

Se que es feliz.

Yo de mi vida no tengo quejas, me es dulce cada momento aunque no sepa interpretar cada signo, cada golpe. Camino y creo, habito la noche con amor, el día, el frío, el cielo, la acaricio siempre, le dedico algunos de mis mejores episodios -a veces- como a otras tantas personas. Fabrico nuevos techos, lunas, bebo, me abrigo en otros lugares y socializo con gatas en común, este es un techo corto. Y desde esta teja veo la luna y tengo frío y necesito decirle algo. No me culpe.

C.




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