lunes, 5 de abril de 2010

Lo que cultivo me cultiva...


Termino de escribirle y me pregunto si vale la pena seguir diciendo lo que todos saben sólo porque les gusta recordarlo.

El ego del hombre es como un sapo buscando aparearse después de una lluvia bajo la luna llena, nada más frenético que esa criatura viscosa, esa máquina de kilométricos ruidos y perturbadora mirada. No descansará hasta saciar sus desesperadas glándulas para ofrecerle al mundo más de si mismo. Un sapo es el ego, con respiración branquial en la fase larvaria y pulmonar en estado adulto, un ser resbaloso capaz de devorar todo cuanto quepa en sus fauces, no importa si se trata de su propia sangre, todo cuanto pueda ser devorado deberá ocultarse de su brillante mirada o ser mas grande en cualquier sentido aunque eso signifique a veces ser también más despreciable.

No, nada tienen que ver los sapos con los monstruos mitológicos que imagina mi sencilla mente figurando mis desatinos, se trata más bien de sombras perseguidoras que siguen el rastro que les dejo, los trozos de esperanza que se caen de mis bolsillos. Creo que me alcanzarán, a veces les temo, a veces tengo hambre.

Es noche luna llena.

Hoy llovió y todavía está nublado.


viernes, 2 de abril de 2010

...y al tercer día...


Es viernes, "El Man" está muerto, pero fijo resucita el Domingo, búsquelo por la tardecita que fijo se recupera.

La historia de Yisus Craist, -hippie de hippies-, me recuerda la historia de algunos de mis amigos más cercanos. Llega el viernes. A veces en una noche de viernes, de una semana cualquiera de un mes cualquiera se resume todo el hartazgo del año, de la vida incluso. El jueves es clásico para las traiciones, no es tan final pero tampoco es principio, y ponga usted a trasnochar a las amistades por pura fe, será con algunas jarras de vino porque a secas muy difícilmente. Ah si!!, lo escribo ahora porque es la madrugada del "Viernes Santo", como lo llaman institucionalmente, aunque hay que decir, volviendo a nuestra historia, que el viernes efectivamente se santifica contiiiinuamente, con pan, vino y... cordero, digamos.

Si, Yisus caminaba por las acaloradas calles de Nazareth y demás. Melenudo, con su bata y sus sandalias y oliendo naturalmente a camello, o quizás a humos orientales; iba al río y se nadaba las horas africanas y ahí en medio de la frescura de la media tarde decidía echarse un cuento y ver qué levantaba de entre tantos polvos; multiplicó panes y peces, le dio vista a los ciegos, levantó muertos de sus tumbas, salvó a las chicas malas de la violencia de género, hizo del agua vino!! Y así... Y así fue como sus historias se lo tragaron hasta hacer de él un trozo de hippie al sol luciendo pleno sus colores internos, bailando con aves de rapiña sin más que 7 palabras de ahogado.

Mis amigos parecen ser un poco así, con sus melenas y sus olores, con sus cuentos, mis peces, tan sedientos de vino y agua, levantando sus cadáveres cada domingo, hipervidentes alucinados, dando luz y quedando ciegos. Locos, van tallando su propia cruz y construyendo el camino lleno de baches por donde deberán arrastrarse cuando haya que resumir. Y nos miramos en la noche y cantamos y bailamos, y santificamos las fiestas y somos su imagen y semejanza, nos traicionamos y moriremos. Y al igual que con Yisus, nadie creerá con su vida que alguna vez nosotros vivimos y lo entregamos todo por amor, para el perdón de sus culpas.

Amen.

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Imagen: Sin Título - Skot Olsen


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