lunes, 1 de agosto de 2011

Paseo entre un almuerzo en derrota y una despedida triunfante.


Se espera que al regresar las cosas funcionen mucho mejor, se espera que el tiempo sea sutil y dócil, amoroso, obediente incluso. Que tontos resultamos todos los hombres a veces, cuando se trata de alimentarnos. Alguna vez leí que los tres grandes pulsos que orientan la vida de los hombres son el hambre, el amor y el miedo. Un almuerzo por ejemplo responde al pulso del hambre, cuando es especial se carga de amor por otro y se le dedica al mismo tiempo proteínas y devoción, cocción, crudeza, aderezos y amor al punto que uno considere justo para despertar en el destinatario la satisfacción y a su vez, nuevo aliento para los segundos que siguen. Se espera que el mundo responda, que la búsqueda llegue a feliz término.
El amor, es una encrucijada parece, se ve por todas partes así, la plenitud, la generosidad, la entrega, la privación, el egoísmo, la pasión, la transparencia y el crimen pasional, la respuesta correcta y la respuesta errónea, el esfuerzo por poderles comprender con justicia, la rabia por no tener la suficiente dosis de amor para ser justos. La justicia es una respuesta al miedo, cuando no queremos recibir daño apelamos a la justicia aunque signifique olvidar el daño al otro y así, es una cadena que también merece y refresca el hambre, el miedo y el amor, circulos viciosos, pulsos vitales de la razón, su ruina al mismo tiempo.

Ella llega y se va, y cuando no estoy me espera me llama, se entristece pero dice que su tristeza no tiene que significar en general, si no la comparto no sirve en mi, solo es en ella y al invitarme a pensar en esto me entristece y luego viene la ira y luego recuerdo que eso no sirve y todo se va, en el mismo bus que ella y vengo y recuerdo sus besos, su sonrisa y sus reproches y no sé que es lo que más hace en mi, no se lo que es más fuerte en ella y pido que el tiempo sea docil, sutil, fuerte.

Siempre hay hambre, lo que dice que siempre habrá algo que sepa saciarla, saber buscar o esperar y ser digno de no necesitar buscar. Ser justo para que la vida muestre justicia.

O finalmente todo se anula y volvemos a la nada y los demás siguen caminando en círculos, recordando lo que han de olvidar al día siguiente y así, hasta que el último hombre se canse y muera.

O revelarse y vivir en el silencio eterno y no cargar en la mirada ningún gesto, ninguna pesadilla en los labios, ninguna caricia en las palabras, cesar de escuchar, zentrarse, como piedra a ver qué les hace más felices, zainete o butoh, hipperrealismo o carnicería, o una licuadora a plena marcha, un colibrí que se detiene para verse morir, inspirado el en su acto poético sin auditorio, condolencia del viento, lagrima del tiempo, nada porque lo que existe existe si reconocemos que existe, porque así somos de tontos.

¿Y el amor eterno? una pregunta eterna.

Imagen: "Un minuto mas" de Víctor Mahana Nassar en http://beinart.org/artists/victor-mahana-nassar/gallery/paintings/

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